17 nov 2013

Nimio CXVII: un niño lucha por la supervivencia del ser humano en 'El juego de Ender'

Si hay algo poco innovador, es salvar a la humanidad. Pero nos encanta imaginar que los humanos estamos al borde de la desaparición y nos salvamos in-extremis. Algo más innovador es que nuestros salvadores sean unos simples niños, simples y prodigiosos niños. Y bajo estas dos ideas se cimenta 'El juego de Ender'. Los humanos ya vencieron hace años a una raza extraterrestre llamada los insectores pero se avecina un nuevo ataque y nada de lo que se hizo entonces garantiza la victoria, así que cojamos a una serie de niños encabezados por un tal Ender y convirtámoslos en los supersoldados definitivos. ¿Funcionará? Probablemente, pero... ¿a qué precio?


No voy a mentiros. Comencé la lectura de esta novela de Orson Scott Card con sensaciones encontradas, con la convicción de leer uno de esos clásicos de los que todos hablan pero con la duda de si me encontraría con algo demasiado infantil/juvenil ya que durante sus casi 400 páginas conviviría rodeado de muchachada. Es cierto que 'El juego de Ender' tiene partes con las que un público juvenil estaría encantado, pero al final la obra tiene muchoss matices, más o menos visibles, que la convierten en una obra muy adulta.

A lo largo de la novela acompañamos a Ender en su instrucción como el soldado que salvará al mundo o que fracasará definitivamente. Una instrucción que no se basa tanto en la teoría (que también) como en la práctica, llevada a cabo mediante videojuegos y batallas al más puro estilo 'laser tag' o 'paintball' futurista. Vamos, que los supersoldados definitivos aprenden jugando, y lo cierto es que esta parte se convierte en muy, muy entretenida.


Tras esta máscara, se encuentra la cruda y dura realidad. Una realidad con matices distópicos que, por ejemplo, limita la natalidad a dos hijos por pareja. Una realidad en la que los adultos manejan a los niños sin ningún tipo de escrúpulos. Una realidad con una falsa paz creada por el miedo a la amenaza que suponen los insectores. Y con este trasfondo, Scott Card nos cuela una trama política que al principio no podemos ni imaginar y que se convierte en algo de lo más acertado del libro.

La historia del pequeño Ender consigue tocar teclas que muchas obras ni se acercan a tocar. Su vida es la aventura más grande que un humano puede vivir, es la diversión que nos provoca el jugar, es la soledad del héroe que nunca quiso serlo, es la tristeza del niño al que le roban la infancia, es la epicidad que solo puede ofrecer el universo, es el amor a la vida, es el vacío que deja la muerte de humanos o insectores (qué más da)... y es la gloria de la victoria o de la derrota. 'El juego de Ender' es un engranaje perfecto que culmina en un final esperado e inesperado a la vez que te deja pleno y destruido, también a la vez.


Los pasos a seguir a continuación son claros. En primer lugar, ir al cine a ver su versión cinematográfica recientemente estrenada, con la mente lo suficientemente abierta para disfrutarla sabiendo lo complejo que es llevar esta historia a la gran pantalla sin alejarse demasiado de la idea original y de manera que logre convencer. Y es que, no hay que olvidar que los protagonistas son niños, con una mente más adulta que tú y que yo, pero niños al fin y al cabo.

En segundo lugar, el deseo de continuar con la 'Saga de Ender', la 'Saga de las Sombras' y la 'Saga de la Primera Guerra Fórmica' es irrefrenable. Un total de 13 novelas que amplían el universo creado por Scott Card. Obviamente será complicado que mantengan el nivel del nacimiento de la saga, pero yo por mi parte daré mi voto de confianza y proseguiré adentrándome, poco a poco, en esta peregrina idea nacida de una mente brillante.

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